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De esta forma, sus relatos derivaban de una concepción bíblica de la creación y del origen del hombre. Así, España, formando parte del paraíso, tuvo entre sus primeros habitantes a Adán y Eva. De la península ibérica surgieron como un fecundo útero un árbol de civilizaciones –“Tarragona es la primera corte del mundo (…)”-, mientras que la romanización no fue más que negativa dado el carácter prematuro de la civilización ibera. Conforme avanzaban los siglos, cada vez que renacía el espíritu ibérico España realizaba grandes empresas. De esta forma, Patxot se oponía al canon historiográfico oficial, que apuntaba a los godos, primero, y a los astures, después, como gestores de la primera unidad política española y de la reconquista posterior contra los musulmanes. Visto así, si los españoles comenzaron a rechazar la invasión musulmana fue porque se comportaron como iberos, esto es, a partir de las individualidades de ceretanos y jacetanos (en el Pirineo catalán y aragonés), navarros, vascones y cántabros. Nuestro autor criticaba el afán centralista de cántabros y asturianos al querer apropiarse de lo español, tendencia que luego heredó Castilla. En realidad, Patxot no formaba parte más que de una secular tradición de batallas por la memoria peninsular entre juristas castellanos y catalanes o aragoneses, por el monopolio del relato histórico. Para unos, el origen se fraguó con los godos (siglo VI) y luego con el mito de don Pelayo (siglo VIII), mientras que para los catalanes su legitimidad derivaba del imperio carolingio a finales del siglo VIII. No obstante, en el caso singular de Patxot, el origen étnico de los españoles era anterior, ibero. |
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