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En 1897 ganó la cátedra de Historia del Derecho en la Universidad de Oviedo. Fue el periodo que vivió la experiencia de la Extensión Universitaria -la que continuó al trasladarse a Madrid-, cuyo propósito era difundir los conocimientos generados en la Universidad a través de conferencias, cursos y otras actividades a aquellas clases sociales que no podían acceder a ellos (“Aproximación intelectual e ideológica…”, 1987, p. XIII). Desarrolló en esa época su mayor y más importante producción científica. Es también el tiempo de un profundo compromiso social y de la consolidación de sus aspiraciones político-patrióticas. Como delegado de la Universidad de Oviedo realizó un largo viaje (1909-1910) a países americanos como Argentina, Uruguay, Chile, Perú, México, Cuba y Estados Unidos, para impartir conferencias y cursos en diversas universidades y centros de cultura. Consiguió un considerable éxito que le ayudó a confirmar sus hipótesis sobre el futuro de una identidad cultural común, además de permitirle entablar “relaciones personales con gran número de los hombres más destacados en la vida intelectual americana, relación que trajo como resultado un entendimiento plasmado en intercambio universitario y obras de colaboración, entre los intelectuales de España y América y una mayor atención por parte de aquélla, a los problemas de las naciones del Nuevo Mundo” (“Don Rafael Altamira y Crevea…”, 1951, p. 453). Pocos años después, en 1914, se creó para Altamira una cátedra de doctorado en la UCM, nombrada Historia de las instituciones políticas y civiles de América (“Estudio preliminar”, 1988, p. 14). |
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