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Con esta etiqueta sobre su persona no es extraño que emprendiera el camino del exilio. Su peregrinar inició con el golpe de Estado de los militares en julio de 1936, que lo sorprendió en su residencia en Riaza (Segovia); por lo que, valiéndose de la inmunidad diplomática, abandonó España y se instaló en La Haya, donde permaneció hasta 1940, año en que cerró las puertas el Palacio de la Paz. Con la ocupación de Holanda por los alemanes fijó su residencia provisional en Bayona, donde residió de 1940 a 1944. En 1944 pasó a Portugal, bajo la protección diplomática de Argentina, para trasladarse a los Estados Unidos; sin embargo, quedó retenido un año en Lisboa, periodo en el que colaboró algunos meses con la Universidad de Coimbra. Las relaciones de Altamira con Portugal tenían ya un largo camino recorrido, ya que su inclinación por el mundo americano se extendía, por obvias razones, a la historia de España y Portugal, especialmente durante el periodo que colonizaron América. |
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