La lengua castellana tenía para él una importancia considerable -mayor aún que la raza-, ya que definía la personalidad del pueblo español, uno de los protagonistas en sus construcciones históricas. Otro término central en su obra histórica fue patriotismo, en el que “hizo confluir sus actitudes políticas, sociales, regeneradoras y educativas”. Además, acuñó el término psicología del pueblo “como complemento nutricio del concepto de civilización y sustento científico de aquella palabra clave de la época que fue alma española…)” (Historiadores en España…, 2013, pp. 87 y ss).

Su ideología política podría ser definida, a rasgos generales, como el afán modernizador y la tendencia al compromiso y la vía evolutiva para llegar a un Estado moderno y neutral. Reservaba al Derecho una suerte de función revolucionaria como ordenador de las reformas. Pretendía también la despersonalización del poder, el Estado laico, la diferenciación de funciones y poderes y la racionalización de la administración. “En cuanto a las actitudes sociales, aboga por la tolerancia, el acceso a la cultura y el sufragio universal. Le preocupa el grado de responsabilidad del gobierno, consideraba que la clase directora debía existir, pero debía gobernar para toda la nación, no sólo para sí”. Al analizar su vida se puede hablar de una evolución que inició en 1898, con una reacción regeneradora y optimista, que se concretó en la Extensión Universitaria, el patriotismo y la proyección americana.

A partir de 1918 se puede encontrar en Altamira una idealización del futuro orden internacional, objetivo encarnado en la Sociedad de Naciones y el Tribunal Permanente de Justicia Internacional. Al iniciar la Guerra Civil Española (1936) sufrió un derrumbe de sus ideales. Tras una larga etapa se autoafirmó en los mismos y en el modelo por el que luchó toda su vida (“Aproximación intelectual e ideológica…”, 1987, p. XV). Altamira ha sido considerado un “aliadófilo, pacifista y partidario de la neutralidad española en la Primera Guerra Mundial”. Pocos años después, rechazó rotundamente el golpe de estado de Miguel Primo de Rivera y fue partidario de la II República, la que aceptó sin comprometerse en ningún cargo político (Diccionario Akal…, 2002, pp. 75-76). Al concluir la Guerra Civil, el bando “nacional” investigó los antecedentes políticos de Altamira. El 9 de septiembre de 1939, el Tribunal Regional de Responsabilidades Políticas de Madrid solicitó al rector de la UCM información sobre la situación de Altamira con relación al movimiento nacional y si se podía considerar persona “afecta a los ideales del Nuevo Estado”. El rector de la UCM expresó que Altamira "era persona formada en la escuela liberal, perteneciente a la Institución Libre de Enseñanza y de ideas izquierdistas…” y por lo tanto, no se le podía considerar como persona afecta a los ideales del nuevo Estado.

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