Especialista en Historia del Derecho, se le adjudica una especialización nueva: el Derecho Indiano, cuyos rasgos sobresalientes podrían ser: atención a la crítica de fuentes; hallazgo de las categorías científicas y conceptuales; escasez de definiciones, pues al trabajar sobre las fuentes consideraba arriesgado definir y prefería describir y el predominio de los seminarios (“Relaciones e influencias entre la masonería…”, 1996, p. 385). Se ha llegado a afirmar que “gran parte del acercamiento de España al Nuevo Mundo y de América a la vieja Península ha sido obra de don Rafael, directamente o por medio de sus discípulos o de los discípulos de éstos” (“Las clases de Don Rafael Altamira”, 1966, p. 60).

También se le reconoce como un estudioso de la historia que tuvo una especial “relevancia en el proceso de transformación profesional de la historiografía universitaria y en el rearme ideológico de la cultura nacional española”. Pretendía que su obra sirviera para “devolver al pueblo español la fe en sus cualidades nativas y en su aptitud para la vida civilizada”, pues éste había realizado grandes aportaciones a la humanidad, el problema era hacerlo consciente de ello por medio de la enseñanza de su propia historia. Propuso centrar la atención en la civilización española, en su cultura popular, en lugar de hacerlo en los logros políticos (Historiadores en España…, 2013, pp. 87 y ss). Buscaba descubrir la historia interna del pueblo español empleando los métodos y las fuentes de la erudición crítica. Proponía una transformación de la historiografía española “y abogaba por una historia nueva, «objetiva» y «científica», que dejara de lado las biografías de los grandes hombres para estudiar las de los colectivos sociales”.

Para Altamira la tarea del historiador era comprender y explicar los pueblos como “unidades sociales, orgánicamente, en todos los aspectos de su actividad y en todas las funciones de su energía”, ya que para él “la psicología esencial de una nación era el resultado de la interacción de sus características constantes y las siempre cambiantes circunstancias históricas”. Advirtió una serie de atributos que caracterizaban a la civilización española, entre los que se contaban “tanto los conocidos lugares comunes sobre el carácter castellano como las características «europeas» y «populares»...: la diversidad racial y geográfica, la austeridad, la tradición de derecho comunal y consuetudinario, el conocimiento intuitivo, el pragmatismo y el genio artístico” (“Las historias de España…”, 2013, pp. 505 y ss).

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