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Joaquín Costa nació en el seno de una familia de propietarios agrícolas empobrecidos del Alto Aragón. La escasez de recursos determinó su formación autodidáctica y la necesidad de trabajar mientras realizaba sus estudios, que fueron tardíos. En 1867 recibió una beca para trabajar en París en el pabellón español de la Exposición Internacional, viaje que marcaría su vocación europeísta y donde comenzó a vislumbrar el “atraso” español. Realizó estudios secundarios en el Instituto de Huesca y universitarios en la Universidad Central de Madrid, donde entró en relación con krausistas, como Giner de los Ríos, Fernando de Castro o Manuel Sales y Ferré. Allí se licenció en Derecho en 1872 – Premio Extraordinario con una investigación sobre el derecho consuetudinario- y en Filosofía y Letras en 1873, obteniendo sendos doctorados en 1874 y 1875 respectivamente. Tras un breve período como profesor auxiliar de Giner de los Ríos en la cátedra de Filosofía del Derecho, renunció a su puesto en solidaridad con los krausistas que estaban siendo depurados por el nuevo gobierno de la Restauración. Entre 1880 y 1883, dirigió el Boletín de la Institución Libre de Enseñanza, espacio de encuentro entre los krausistas y los reformadores del régimen y regeneracionistas a partir de la modernización de la educación popular. Allí impartió clases de Historia de España y de Derecho. El programa regeneracionista de Costa pasaba por formar ciudadanos libres y críticos desde la escuela, en clara consonancia con las propuestas de la ILE, y que, a la larga, se enfrentaran al modelo oligárquico del Estado. También propuso reformas sociales y económicas de matriz fisiocrática con las que pretendía aumentar la producción agrícola, canalizar con obras públicas la desproporción hidráulica de España –levantar presas, ampliar los regadíos- y acabar con las hambrunas seculares. En este sentido y en conexión con su interés por las prácticas jurídicas “populares”, defendió en 1898 en Colectivismo agrario en España los sistemas de propiedad comunales premodernos que el liberalismo había destruido. La política, la economía y la educación constituían los tres problemas de España y sus soluciones pasaban por su regeneración de raíz. Otras vetas eran la europeización del país, la creación de becas para estudiar e investigar en el extranjero, el desarrollo científico nacional y la descentralización del Estado en favor de una propuesta regionalista. Cronológicamente, Costa pertenece a la “generación” postromántica de Giner de los Ríos, Gumersindo de Azcárate o Benito Pérez Galdós, que desplegaron a finales del Ochocientos una lectura crítica y decadentista y, a la vez, regeneracionista de la historia y devenir de España que tanta influencia tendría en las generaciones posteriores del 98 y del 14. |
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