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COSTA MARTINEZ, Joaquín | |||||||||||||
El iberismo de Costa partía de sus análisis jurídicos, lingüísticos y etnográficos de los pueblos iberos prerromanos -publicados entre 1891 y 1895 en Estudios Ibéricos-, base de los peninsulares actuales, que aún conservaban rasgos compartidos heredados de aquella época, significativamente en relación al derecho consuetudinario. La Historia Antigua se erigía en campo de análisis de la tradición jurídica hispana. En línea con la historiografía de la época, compartía el interés por los orígenes étnicos –incluso raciales- de las naciones modernas y por los sustratos generados por las sucesivas invasiones –capítulos 5 y 12-, si bien no centraron su atención, que puso prioritariamente en cuestiones socioeconómicas, jurídicas y del lenguaje. Los iberos se definían en oposición a los celtas y eran el resultado de la influencia mediterránea sobre los pueblos peninsulares, especialmente del horizonte Fenicio. Según su interpretación –escasamente fundamentada en fuentes y en los estudios arqueológicos de la época-, los tartesios habrían situado su frontera septentrional en el río Ebro, que daría nombre a Iberia, y que después se desgajaría en varios pueblos o naciones que conformarían los pueblos iberos. En Estudios Ibéricos además se adentraba en la estructura social, en la “lucha de clases” y en el régimen económico, trazando una interpretación estructural de la época. En sus análisis folklóricos, agrarios y sobre la psicología del pueblo o “intrahistóricos” –Unamuno acuñó este término en 1895 apoyado en la noción de Costa de que había corrientes colectivas sumergidas de largo recorrido en la historia- trataba de mostrar la existencia de un “alma hispana” que pervivía latente en la península desde la antigüedad. Las ideas no eran estrictamente novedosas, pues aparecían en tres obras que le influirían de manera significativa: los treinta volúmenes de la Historia General de España de Modesto Lafuente publicados entre 1850 y 1867, la Historia Crítica de la Literatura Española de José Amador de los Ríos de 1861-1865 y, en parte, la História da Civiliçao Ibérica de Oliveira Martins de 1879, pero Costa trató de darles una justificación científica situando la Edad Antigua como el período de formación de las “esencias patrias.” La Historia se convertía así en una disciplina-herramienta que permitía acudir al pasado para realizar preguntas y encontrar el pulso vital de los pueblos que permitiera su regeneración, modelo historiográfico que compartía con el resto de los compañeros de la Institución Libre de Enseñanza. De la antigüedad le interesaban especialmente cuestiones sociales, económicas y jurídicas, cómo los pueblos habían desarrollado una tradición jurídica popular de la que el Derecho moderno podía aprender, pues se trataba de un corpus de transmisión oral conectado con las mentalidades de cada pueblo-nación. Sus investigaciones relativas a la antigüedad pronto fueron superadas por diversos descubrimientos arqueológicos, por el proceso de cientifización de la historiografía y por la caducidad de las explicaciones mitológicas – que Costa había desarrollado sobre los tartesos. Sin embargo, su labor de indagación nacionalista e intuitiva del mundo prerromano, y su tentativa de explicar los procesos históricos sobre un sustento de caracteres, esencias o imaginarios grupales tuvo una amplia repercusión en los debates políticos e historiográficos posteriores. |
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