Pero la base para la reflexión estaba en los textos, que Elías rastreaba no solo en autores teóricos, sino en cuantos pudieran mostrar “um mundo de conceitos, um sistema de noções com os seus pontos cardiais bem referidos, um critério sôbre o conjunto universal e sôbre o panorama político” (As idéias, 1945, p. 26).

La interpretación que se halla detrás de la forma de escribir la historia de Elías de Tejada es providencialista, pues asume que las Españas tienen una misión histórica específica: la de expandir el mensaje divino. Mientras se mantuvo con claridad ese objetivo último, señalaba, se lograron momentos de esplendor.

¿Cuál era el papel de Portugal y Brasil en este sistema? El de mostrar la tradición hispánica bajo formas nacionales diversas, el de confirmar la existencia de un fondo común en torno al cual se articulaban los diversos componentes. A partir de los orígenes medievales de Portugal como “el pueblo más antiguamente definido de toda la edad media peninsular” (Las Españas, 1948, p. 177), la historia “nos dice cómo esa diferencia y apartamiento antes servía que perjudicaba a la misión de nuestras gentes en el campo ancho de la Humanidad. Los hombres de la Tradición de las Españas sabemos bien que la unidad de las almas podía anudarse con la diferenciación política” (Las doctrinas, 1943, p. 8). Y en ese sustrato común con la religión como elemento de cohesión, estaba también la monarquía, instrumento para la puesta en práctica de los principios, para regular las relaciones de intereses y proteger a los que carecían de privilegios, siendo a su vez controlado por ellos (la monarquía templada que defendía Lopes Rebelo en el siglo XV). No es extraño que algunas de las figuras del pensamiento político que estudia Elías sean monarcas, como don Duarte, cuyo O Leal conselheiro “es el primero en formular la tesis misionera, nacional y universal de un grande pueblo pequeño” (Las doctrinas, 1943, p. 101); o don Pedro, de quien “La virtuosa benfeitoria es el libro de un cristiano por cuyo cerebro corría la savia espiritual de nuestras gentes” (Las doctrinas, 1943, p. 136).

En Elías de Tejada, más allá de las formulaciones generales, el rastreo de los rasgos de la comunidad de las Españas se realizaba a partir de casos concretos, de figuras individuales que ejemplificaron los valores que consideraba comunes, pero que en cada uno de los sujetos estudiados se particularizaba y alcanzaba relieve. Con ellos y el sustrato común construyó una periodización propia de lo hispánico: desde la baja romanidad hasta que Castilla se alzó con la hegemonía, a comienzos del s. XIII; desde ese momento hasta la proclamación de Felipe II como rey de Portugal; la unidad entre 1580 y 1640; y desde entonces hasta nuestros días, con la crisis del espíritu castellano (Historia, I, 1991, pp. 39-40).

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