Dado que no culminó el proceso de estudio, su atención se centró especialmente en dos grupos distintos, los forjadores de la tradición durante la Edad Media, entre los que por tanto estaban los mencionados monarcas, sus consejeros y teóricos, pero también los poetas y escritores. Y un segundo grupo, en el tránsito a la modernidad y durante la época de esplendor, cuyo sustrato era, para Elías, esencialmente medieval, sobre todo por el predominio religioso y, por tanto, aunque asumiera elementos renacentistas, radicalmente antieuropeo. Así lo señalaba respecto a António Ferreira, que “fue por encima de todo intransigente en la defensa de la Cristiandad contra Europa” (“António Ferreira…”, 1955, p. 606). Otro de los ejemplos de esta perspectiva fue Gil Vicente, que mostró en sus obras teatrales, según Elías, “uma adesão à causa das Espanhas da Contra-Reforma, perseguidora dos inimigos da cristiandade”, una postura que “enquadra-se na característica sêde de absoluto dos povos hispânicos e nela palpita inequívocamente a substância da alma ingente que os nossos construíram em funçao e serviço do catolicismo” (As idéias, 1945, p. 70).

A diferencia de otros autores españoles, centrados en España, la particularidad de Elías fue la identificación de una esencia de carácter global y la expansión de la referencia medieval y renacentista con un vínculo transatlántico, a través sobre todo del análisis que dedicó a Portugal y al filósofo brasileño Raimundo de Farias Brito, tanto por la cercanía temporal de su figura, como por su actitud crítica hacia el pensamiento dominante en el siglo XIX, lo que mostraría el rechazo del europeísmo que había surgido con la Reforma. Los estudios que Elías le consagró se centraron en la evolución de sus ideas, desde el positivismo y el materialismo hacia el descubrimiento paulatino de la tradición y la conversión de su pensamiento en “uma filosofía de combate, bandeira de um sentido espiritual e elevado da vida”, que sin ser cristiano, puso las bases para el “renascimento da filosofía cristã no Brasil” (“Raimundo”, 1950, p. 291). Los hitos de ese proceso mostraban “el drama de nuestros magnos hombres, víctimas de la extranjerización cultural de nuestros pueblos y del deseo secreto de la dulce Tradición perdida” (Las doctrinas políticas, 1953, p. 66), el conflicto “entre la esencia nuestra y las ideologías europeas, el drama humanísimo del hombre cuyo corazón levanta el alcázar de una fe que sus lecturas derriban cada día” (Las doctrinas políticas, 1953, p. 103).

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