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En el Bosquejo, los monarcas y sus validos salen bien parados, así como el Imperio y la Inquisición, refutando las hipótesis liberales. Se trata de una metamorfosis interpretativa de su obra de juventud y de la pretensión de asentar un relato historiográfico acorde con soluciones monárquicas y de orden. El giro ideológico es constatable en el análisis crítico a los comuneros, que presenta como defensores de un pasado medieval de privilegios enfrentados a la racionalidad y modernidad que representaba la casa de Habsburgo, la hacedora del primer y mayor imperio español. En la sucesión de etapas de grandeza y declive, situaba el período de los Austrias en la primera mientras que el medievo, por la falta de unidad religiosa, monárquica y nacional, en la segunda. Nuevamente en este punto contrarrestaba los lugares comunes planteados por la historiografía liberal. Hay una clara analogía entre su papel en la Restauración como hombre de Estado y el del conde-duque, así como con el contexto de 1640. La autoridad, el imperio o las soluciones militares se planteaban como necesarios para unas lecturas del pasado que tienen evidentes alusiones al Sexenio Revolucionario. La propia restauración “canovista”, siguiendo este esquema historicista, se autorrepresentó como la rectificación de la dirección hacia un sendero eminentemente nacional. En relación a las causas de la sublevación catalana de 1640 y de la secesión de Portugal, Cánovas señalaba la responsabilidad directa en las conspiraciones del cardenal Richelieu, que alentó la sublevación en Cataluña para dividir los esfuerzos de las tropas castellanas. Su última monografía, Estudios del reinado de Felipe IV, de 1888, se presentó como una nueva refutación de su interpretación de juventud de la decadencia nacional, “incompletísima” y “errada”, escrita desde el Gobierno. La obra contaba con tres capítulos autónomos, de los cuales sólo era estrictamente original el primero “Textos y reflexiones acerca de la separación de Portugal”, en el que intentaba explicar los acontecimientos que llevaron a la fractura del territorio “español” en dos Estados. Parte de la historiografía ha leído este capítulo como un “espejo de príncipes” en el que el Portugal del pasado sería la Cataluña de su tiempo. En este sentido, propuso soluciones centralistas, homogeneizadoras y de fortalecimiento del Estado que evitaran la desmembración nacional. |
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