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Por el contrario, consideraba que Felipe II respetó los fueros y libertades de Portugal –“moderado en su triunfo”, prefirió “ser amado que temido”- y que esa actitud había motivado la organización de la contraofensiva por parte de la nobleza lusa. Las tentativas de Olivares de centralizar y castellanizar los reinos que conformaban la corona durante el reinado de Felipe IV llegaron en un período de decadencia nacional en el que ni el pueblo ni su ejército tenían capacidad para imponerlos. La semilla de la independencia portuguesa se plantó el mismo día que Felipe II no impuso una unidad de reinos efectiva y permitió la pervivencia de particularismos o “regionalismos”. El análisis de Portugal tenía evidentes concomitancias con la situación en Cataluña a finales del Ochocientos. Como ocurre con la evolución ideológica y de su interpretación de la decadencia, la posición de Portugal también va cambiando desde su Historia de la decadencia de 1854, en la que reconoce ciertos tópicos asentados en la historiografía liberal peninsular –hegemónicos entonces- en torno a la “soberbia” castellana o la tiranía de los Felipes y del conde-duque, hasta concluir en 1888 en Estudios sobre el reinado de Felipe IV, donde responsabiliza a Richelieu y también a la política demasiado “blanda” de los Felipes respecto a Portugal. En el segundo capítulo analizó la dimensión internacional de los conflictos de 1640: “Antecedentes del rompimiento con España y alianzas de Inglaterra con Francia y Portugal durante el reinado de Felipe IV.” Sin embargo, hay elementos que comparte con las expectativas iberistas, como el determinismo geográfico peninsular que implicaría la existencia en el territorio homogéneo, la península, de una única nación; la separación peninsular como una de las causas de la decadencia y la consideración de Portugal como “provincia”. Así mismo, consideraba que la secesión portuguesa fue obra de sus líderes, no así del pueblo, pero significativamente de los rivales del imperio español: Holanda, Francia e Inglaterra. Portugal habría pagado un precio muy caro por su independencia al tener que subordinarse a Inglaterra. Sería desde entonces un trozo desgajado de España de manera antinatural. Ambos países compartían cultura, historia, raza y geografía, elementos que invalidaban la escisión. |
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