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La deriva ideológica culminó con una nueva interpretación en la que Olivares es presentado como un gran estadista al tratar de unificar administrativamente España. Más que una historia de la decadencia, Cánovas firmó una historia de la grandeza de España. Fue el único de sus libros que contaba con aparato crítico y notas al pie, sacado principalmente del Archivo de Simancas. Establecía evidentes analogías entre su papel en la Restauración y la figura del valido – hombre de Estado. La Historia tendría una línea que conectaba con el presente y la función del historiador era reconocer su dirección, más necesario, si cabe, según él en el panorama español, en el que las interpretaciones preeminentes provenían del extranjero o bien del liberalismo antinacional. En esta obra, la responsabilidad de la decadencia y de la secesión portuguesa recayó en Felipe II, por “blandura.” Lejos de las lecturas liberales más críticas que identificaban al monarca con la tiranía, su error, al contrario, fue no haber impuesto por la fuerza, tras la conquista de Portugal por las tropas del duque de Alba, la unidad administrativa, y por haber permitido que Portugal continuase con sus fueros y que en su territorio actuasen conspiradores, como la familia Braganza. El problema estaba en la falta de unidad administrativa de la corona de los Austrias, que intentaría solventar infructuosamente el conde-duque de Olivares. Éste sería el mérito de los borbones: haber dado una unidad administrativa a la nación, interpretación de Cánovas que tendría continuidad en su discípulo Maldonado Macanaz, autor de la obra sobre Felipe V de la colección de Historia de la Academia. El análisis de este período nos conduce irremediablemente a la idea en torno a la Historia y la nación portuguesa. En su obra historiográfica, era un pedazo del territorio nacional desgajado por circunstancias históricas, pero sujeto al proyecto nacional peninsular por su “hermandad” con España. Su independencia fue una “desdicha nacional”. La regeneración pasaba, en primer lugar, por recuperar la unidad con Portugal y Gibraltar para extender luego el nuevo imperio civilizacional hacia el norte de África. Su discurso en torno al iberismo bebía más de la nostalgia imperial que de las expectativas progresistas. En este sentido, no compartía la interpretación transversal en la historiografía portuguesa de la independencia motivada por la gestión tiránica de los Felipes. |
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